ETERNO KOBE

Uno de los recuerdos más bonitos de mi infancia fue mi catorce cumpleaños. Mis padres me regalaron tu camiseta, dorada, con el 24 a la espalda (la misma que llevo puesta mientras escribo estas difíciles líneas). No pude esperar para estrenarla, y esa misma tarde fui a las canchas con mi padre, mi hermano y mi primo. Yo trataba de imitarte, quería lanzar como tú, quería botar como tú, hasta mordía la camiseta, sólo para parecerme un poco más a ti.

Jamás imaginé estar escribiendo esto. Recuerdo escribirte cuando te lesionaste el tendón de aquiles, cuando superaste a Jordan en la lista de máximos anotadores y cuando te despediste de nosotros con un legendario partido de 60 puntos. Pero jamás esto. Cuando leí la noticia deseaba que fuese uno de esos bulos de las redes sociales, no podía creerlo, no quería creerlo. Desde el pasado domingo sólo quiero ver tus mejores jugadas y recordar tus entrevistas, en las que parece que nos hablas desde dónde quieras que estés. Necesito hablar de ti, necesito llevar otra vez tu camiseta como cuando era un niño, necesito ver y leer los preciosos homenajes que te están dedicando en todo el mundo.

Un nudo en la garganta, un vacío en el estómago, una profunda tristeza me embarga, intento entender por qué estoy tan triste si nunca te conocí en persona. No sé muy bien ni qué decir, ni qué escribir, sólo quiero estar a la altura de la despedida que te mereces. Podría enumerar los interminables logros en tu carrera, hablar sobre tu legado y el lugar que siempre ocuparás en el Olimpo del baloncesto. Pero creo que todo eso es inane e incomparable con tu verdadera huella. Esa que has dejado en todos nosotros: aficionados, periodistas, jugadores y entrenadores. Una huella que sobrepasa el mundo del deporte. Has inspirado a toda una generación de niños. Millones de chavales en todo el mundo hemos crecido viendo en ti un ejemplo de dedicación, trabajo y resiliencia, has formado la Generación de Kobe. Algo que en tus propias palabras mostrabas valorar más que cualquier anillo:

“Lo más importante es intentar inspirar a las personas, para que ellos puedan ser grandes en lo que sea que quieran hacer. Ese es el mejor campeonato.”

Tú, Kobe, fuiste el primer jugador en el que me fijé cuando era un crío, fuiste mi primera camiseta, el primer póster en mi habitación y la portada de mi primera revista NBA. Por ti me decanté por este maravilloso deporte, por ti mi sueño era jugar en la NBA, por ti me quedaba madrugadas sin dormir, por ver lo que otros creen que es un simple juego. Me enamoré del baloncesto cuando vi la pasión que le ponías en cada jugada y tú fuiste el culpable de que sufriese con cada lesión que me apartaba de practicar el deporte que amaba. Tú fuiste el culpable de esta página de NBA, el culpable de que entienda el baloncesto como una forma de vida. Por tu culpa veo una canasta en cada papelera, por tu culpa me colgaba en los marcos de las puertas de mi casa cuando era un niño que soñaba hacer un mate como tú. ¿Cómo no voy a estar tan triste? Si he pasado innumerables horas viéndote, escuchándote, leyéndote, analizándote, imitándote. Me quitaste muchas horas de dormir, pero me las regalaste en forma de sueños. Has sido un espejo en el que millones de niños nos hemos fijado, has estado en las mejores y en las peores noches, en las que celebrábamos nuestros éxitos y llorábamos nuestros fracasos, en las madrugadas sin dormir, en las largas noches de estudio y hasta en las noches de fiesta.

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No he visto a nadie con tu pasión, tu dedicación y tu amor hacia el baloncesto. Un amor sólo comparable con el que sentías y mostrabas por tu familia. A la tragedia de tu pérdida, se une la de tu pequeña, Gigi. Se me rompe el corazón recordando las imágenes en las que jugáis juntos, lo orgulloso que estabas de ella, la sonrisa en tu cara cuando hablabas de su convicción por continuar con el legado de su padre. Duele mucho pensar en ella y en las familias rotas que os acompañaban, en el matrimonio Albotelli y su hija Alyssa, en la pequeña Payton y su madre Sarah, en la entrenadora Christina y el piloto Zobayan. Ha sido una tragedia que ha sobrecogido al mundo entero. Siempre estaréis en nuestros corazones. Duele pensar en los que se han ido y duele pensar en los que se quedan. En tu mujer Vanessa, en tus hijas Natalia, Bianca y la pequeña Coco. El mundo entero se encargará de que crezcan sintiendo la presencia de los valores de su padre cada día.

Quisiste ser el sucesor de Michael Jordan, quisiste ser mejor que el más grande de todos los tiempos y eso te convirtió en Kobe Bryant. La persona que más amó y respetó el baloncesto. La persona que se obsesionó por mejorar en cada detalle del juego. Un amor que plasmaste en tú precioso y premiado corto llamado “Dear Basketball”. Los aficionados buscaban en ti al próximo Michael Jordan, y encontraron al único Kobe Bryant, fraguaste tu propia leyenda. Ahora buscaremos al próximo Kobe, alguien que nos inspire y nos empuje a ser mejores en nuestro día a día, como tú lo has hecho.

Tu trágica pérdida nos hace pensar sobre la muerte y nuestra propia existencia. En estos días es impactante recordar reflexiones tuyas sobre la vida, da la sensación de que nos estés hablando desde donde quiera que estés:

“La vida es demasiado corta como para estar triste o desanimado, sonríe y sigue con ella.”

Has sacudido nuestra realidad y nos haces darnos cuenta de lo fugaz del paso del tiempo, de la importancia de valorar y capturar cada momento:

“Si tuviera el poder de volver atrás en el tiempo jamás lo usaría. Porque cada momento por el que pasaste no significaría nada, siempre podrías volver atrás y repetirlo otra vez, pierde su esencia, pierde su belleza. Las cosas tienen un final, los momentos nunca volverán.”

Si algo perdurará por encima de tus éxitos deportivos es tu mentalidad. La Mamba Mentality. Ese carácter ganador y competitivo por encima de todo, esa mirada en tus ojos que nos decía que meterías el tiro sobre la bocina y te llevarías la victoria. Ese estilo de vida que se reduce a tratar de ser la mejor versión de uno mismo, en el que lo único que importa es mejorar cada día. Es una búsqueda constante e infinita por ser mejor que el día anterior, trabajando duro y amando lo que haces. Es una mentalidad aplicable a nuestra vida, a nuestro día a día fuera del deporte y que ahora que te has ido, cobra más fuerza e importancia que nunca. Es curioso, pero nunca te he sentido tan cerca como en el momento en el que te digo adiós.

Gracias Kobe por los 81 puntos, los 5 anillos, los 18 All Stars y todas las canastas ganadoras. Pero sobre todo, gracias por trascender al mundo del deporte y del baloncesto, gracias por preocuparte de inspirar a las nuevas generaciones, por transmitir esos valores de amor, dedicación y trabajo duro. Gracias por hacernos sentir unos privilegiados sentados en el sofá a las cinco de la mañana de un martes cualquiera, porque siempre presumiré de haberte visto en directo, porque no he podido ver al Michael Jordan del siglo XX pero he visto al Kobe Bryant del siglo XXI, porque nadie ha amado este deporte como tú y tú siempre serás el responsable de que nosotros lo amemos.

Siempre serás aquel niño, con los calcetines enrollados, el cubo de basura en la esquina, 5 segundos en el reloj, el balón en tus manos. 5…4…3…2…1. Descansa en Paz, Kobe. Te quiero.

Heroes come and go, but Legends live Forever.”

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